lunes, 28 de noviembre de 2011

ANTE LA CRISIS, PONTE GUAPA (G3)

Desireé Luna y Pilar Marín

Todos sabemos que vivimos en un momento de desaceleración económica, en el que gran parte de la población ha visto como su nivel de vida y bienestar ha disminuido notablemente. Algunos opinan que esto se debe a que estamos en un crisis del capitalismo de consumo en el que el endeudamiento de la población, empresas y organismos públicos nos llevan a promover el ahorro por encima del consumismo.

Pero ante este contexto social toma más importancia el culto al cuerpo. Se generaliza la visión: “no podemos paliar las dificultades económicas, pero cuidar más de tu físico es una forma de encontrarnos mejor”. Esta situación ha producido que cada vez gastemos más dinero en maquillaje, pintalabios… También hace que practiquemos más deporte. Todo vale si nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos.

/AUMENTA LA VENTA DE COSMÉTICOS/

La venta de barras de labios ha aumentado en los últimos tres años, y no es la primera vez que ocurre, las casas de cosméticos aseguran que siempre que hay crisis se venden más pintalabios, dicen que esos pequeños gastos asequibles hacen que la gente se sienta mejor. De hecho se sabe que la 'compra compulsiva' aumenta cuando la gente está triste, ansiosa, preocupada o estresada.

Además hay encuestas que evidencian que los niveles socioeconómicos bajos y la pérdida de estatus socioeconómico se asocian a peores autoevaluaciones de salud. No se tratan de un hecho aislado, sino que en la crisis del 29 se asociaron repercusiones notables para la salud mental, aumentaron las enfermedades psicosomáticas, depresiones, suicidios… Pero lo curioso es que en el crack del 29, aunque bajo la producción industrial y el consumo un 50%, aumentó la venta de cosméticos.

/CONSUME PARA SER FELIZ/


Ante esta situación el sistema económico actual nos ha enseñado el eslogan: “Consume para ser feliz.” Nos han impuesto la cultura del consumo y obsolescencia de los productos. Sólo mediante la adquisición de bienes o servicios llegaremos a la felicidad, porque los productos no sólo satisfacen necesidades, sino que satisface nuestros deseos más profundos, que son efímeros y cambiantes. Aunque no podamos darnos grandes caprichos como un gran coche, ropa cara, unas buenas vacaciones… Siempre nos podemos dar pequeños caprichos como un pintalabios, colonias o cremas. Porque estamos en una sociedad en la que prima la estética del consumo.

Entonces, ¿podemos afirmar qué los problemas económicos nos llevan a cambiar los hábitos de consumo? Evidentemente sí, aunque dedicamos menos dinero al ocio, ropa… las altas tasas de paro han producido que la gente pueda dedicar más tiempo y esfuerzo al cuidado del cuerpo y belleza, y mientras baja el consumo de unos productos el de otros se mantiene e incluso aumenta.

Algunos sociólogos exponen que este tipo de consumismo sólo es una forma superficial de paliar los efectos de la crisis y es que el consumo está tan integrado en la sociedad , que somos totalmente dependientes del mismo, hasta el punto en que predomina el argumento: “ante la crisis ponte guapa”, porque sólo sintiéndote bien por fuera te sentirás bien por dentro. ¿Es el consumismo la respuesta a nuestros problemas?¿En qué medida somos dependientes del consumo?

LA RELIGIÓN EN LA SOCIEDAD DE CONSUMO (G2)

Sofía Fernández- Vega y María Merediz

Actualmente, el capitalismo de consumo y la globalización, en los que nos encontramos inmersos, han generado nuevas formas de relacionarse con lo sagrado, en sentido tanto social como teológico. Hay dos cosas que caracterizan la forma de creencia actual: la heterodoxia y la desintitucionalización.

Cada vez más, se está interpretando el fenómeno religioso en clave económica; otra perspectiva para ver y analizar qué mueve a la gente a creer en Dios y a buscar la plenitud espiritual. Durante muchos siglos, el estudio de las religiones ha estado en manos de teólogos e historiadores, a los que más tarde se sumaron sociólogos, psicólogos… el punto de partida economicista resulta novedoso y rompedor; ¿podrían verse las religiones como empresas proveedoras de servicios y sus fieles como consumidores o clientes? Algunos especialistas sostienen que la competencia entre credos atrae fieles y enriquece el mercado religioso.

La transparencia informativa y el lenguaje empresarial son distintivos de marca que cada vez hacen más hincapié en el ámbito religioso; ya son muchas las congregaciones religiosas, sinagogas, mezquitas, etc. que encabezan su página web con una declaración de misión, similar a la de cualquier empresa. Algunas tienen incluso su informe de ingresos colgado en youtube, quizás ¿las religiones buscan ganar credibilidad empresarial en el mercado actual?

Algunos autores como Moutchnick, profesor de Gestión de Comunicación en Alemania, consideran la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) como una excelente estrategia de marketing religioso, ¿nos encontramos ante lo que muchos llaman marketinización de la religión?

La mercantilización de la religión se percibe como algo natural, algo obvio, si vemos la religión como un proveedor de servicios espirituales. Todos los productos, ya sean bienes o servicios, están integrados en la Clasificación Central de Productos (CCP) que utiliza la Organización Mundial del Comercio (OMC); dentro de esta clasificación figura una categoría llamada “servicios religiosos”.

Bajo nuestro punto de vista la religión debe ser un aspecto a tener en cuenta a la hora de estudiar las diferentes prácticas de consumo. Los individuos con ciertas creencias religiosas pueden realizar unas determinadas prácticas de consumo que no sólo identifican sus creencias, sino que también son una forma de identificarse a sí mismos. Son, al fin y al cabo, una forma más de autoexpresión.

Sin embargo, esta capacidad de elección en el consumo, se disfraza de libertad dentro de la sociedad de la abundancia; donde el ser humano se cree libre para poder elegir lo que desea, lo que quiere, en lo que cree y en lo que no; pero, ¿somos realmente libres de elegir religión o productos, o estamos supeditados por la sociedad y los grupos de pertenencia?

Algunos autores afirman que no es lo mismo ser fiel a una religión que comprar un producto, pero admiten que en una sociedad como la actual, secularizada y consumista, cuando la religión pierde su significado real, corre el riesgo de ser equiparada con un productos de los que encontramos en cualquier supermercado.

En este momento, adquiere gran relevancia la publicidad; factor determinante en el capitalismo de consumo, ya que una vez cubiertas las necesidades básicas ésta se encarga de crear nuevas necesidades, generando una renovación continua del sistema de consumo. Centrándonos en este planteamiento, si la religión es una necesidad y la publicidad se encarga de modificar y generar necesidades ¿qué relación existe entre los discursos publicitarios y los discursos religiosos?

Como hemos mencionado, la secularización y el consumismo han desvanecido el significado de la religión, y desvinculado algunos de sus valores y creencias. A continuación mostramos unos anuncios de la marca “Axe” en los que podemos observar como el discurso publicitario hace uso de discursos religiosos desligados de lo sagrado y lo espiritual.




Para finalizar, e invitar a nuestros lectores a la reflexión, ¿la religión es un producto, sumergido en el mercado de la sociedad de consumo, o una empresa proveedora de productos y servicios?

¿ADICT@S AL CONSUMO? (G2)

María Gutiérrez y Mª José Picazo

Actualmente vivimos en una sociedad que muestra a las ciudades como grandes supermercados.

Los ciudadanos viven expuestos a la influencia de la publicidad, que crea necesidades y basa la felicidad en la adquisición de nuevos productos. Además esta publicidad dota a los productos de personalidad propia y también hace traspasar esos valores y características a aquel que los compra.

Debido a este fenómeno del consumo masivo que se ha llevado a cabo gracias a la publicidad, podemos situar a las personas en diferentes categorías que las dotan de unas características distintas según el tipo de consumo que éstas realicen.

Por ello, nos podemos encontrar con consumidores que compran por cubrir unas necesidades, consumidores más propensos al consumo pero cuyo grado de implicación con éste no va más a allá, o con aquellos que realmente tienen serios problemas y buscan su solución mediante la compra compulsiva de productos que más tarde puede que ni utilicen. Aquí tenemos uno de los argumentos de la estética del consumo, en la cual se nos dice que el hecho de consumir genera experiencias placenteras.

Pero, ¿Por qué surge la adicción al consumo?

Las principales causas de la Oniomanía, término que da nombre a esta adicción, vienen dadas principalmente por el entorno, que dividimos en dos dimensiones: una de ellas es la relacionada con el círculo más cercano, como la familia, amigos, el trabajo… y la otra, algo más exterior, que corresponde a los medios de comunicación.

La causa principal de la adicción al consumo en el ámbito social es el sentimiento de pertenencia a un grupo. Este es el caso del consumo de marcas de alta gama; se da, cuando hay ciertas personas que consumen objetos de determinado valor monetario para así suscribirse a un grupo con un estilo de consumo legitimado como superior.

Otra de las causas que se producen dentro del entorno más cercano, tiene que ver con lo emocional. Problemas personales como un divorcio, una depresión, dentro de la familia, etc., empujan a la persona susceptible de esta adicción, a comenzar con sus primeras compras compulsivas para así evadirse del problema.

Otro factor que también influye en la adicción al consumo es la influencia de los medios, los cuales ejercen una presión muy importante a tener en cuenta en este tipo de trastornos. Hablamos de que la publicidad, al ser un elemento culturizante, presente en la televisión, radio, prensa o Internet, puede llegar a marcar ciertas tendencias en el individuo que modifiquen su acto de compra.

Esta influencia depende de según qué medios o soportes se consuman, ya que al estar expuesto a una información más afín puedes ser más vulnerable. En este sentido, a la persona le llegan los contenidos que quiere que le lleguen, puesto que ella ha elegido el medio. Con esto nos referimos a que la adicción al consumo se refuerza, al ser una exposición voluntaria.

Las consecuencias de este consumo adictivo pueden venir dadas tanto a nivel personal como a nivel social. En cuanto al nivel personal, nos referimos a que esta adicción puede desembocar en trastornos psicológicos y dar lugar a patologías como depresión, problemas de frustración por no poder conseguir el objeto deseado, problemas familiares, etc. Dentro del nivel social se encontrarían los problemas relacionados con el gasto abusivo tales como el endeudamiento y la falta de crédito y los problemas con la justicia, ya que este tipo de personas son tendentes a cometer pequeños delitos como hurtos o robos, al querer poseer ciertos objetos y no poder pagarlos.

En conclusión diremos que un comprador compulsivo es aquel que, sugestionado por su entorno, se lanza a la conquista de los centros comerciales para consumir indiscriminadamente todos aquellos objetos que se pongan delante de sus ojos; independientemente de si le son necesarios o no. Solamente los adquiere por el mero hecho poseerlos y de sentir satisfecha una falsa necesidad.

¿Creéis que el consumo de medios afines a nuestros gustos refuerza el acto de compra? O por el contrario ¿es cuestión de cada persona desarrollar sus hábitos de compra? ¿Privarías al visionado de publicidad a una persona diagnosticada adicta? ¿Hasta qué punto crees que nos afecta la publicidad en nuestros hábitos de consumo?

TIENEN QUE SER MIOS (G2)

Paloma Sanz y Sara Blázquez

LA MEDIA ES DE 19 PARES, AUNQUE HABITUALMENTE UTILICEMOS 4.

Los zapatos no eran más que un utensilio para caminar hasta que a principios del S.XX las mujeres de la alta sociedad lo convirtieron en un incipiente objeto de moda. Estas llegaban a utilizar hasta ocho pares diarios. Los zapatos se convirtieron en símbolo de buen gusto y prestigio además de un modo de diferenciación.

Su evolución ha llegado a tal extremo que se ha camb

iado su valor de uso por un valor signo relacionado con una identidad que define a las mujeres o que a la mayoría les gustaría alcanzar. Es decir, ya no se busca el calzado duradero, sino uno que les haga especiales en cualquier ocasión por los valores que estos llegan a transmitir como sensualidad, erotismo, elegancia, seguridad…

El simbolismo del calzado no es novedoso, incluso en cuentos como “LA CENICIENTA” podemos encontrarlo. Ésta, en la gran fiesta llega a transformarse en una princesa que causa gran admiración llegando a encontrar a su príncipe gracias al poder transformador de un precioso y distinguido zapato.

Independientemente del poder adquisitivo todas las mujeres de hoy en día cuentan con más de una docena de zapatos en sus armarios, y muchos de ellos pueden llegar a ser insufribles. Pero como apunta el dicho “para presumir hay que sufrir”, hasta tal punto que muchas adictas a la moda llegan a realizarse operaciones como liposucciones de tobillos y pantorrillas entre otras para lucir mejor este complemento.

Muchas mujeres de a pié buscan asemejarse a esos prototipos de belleza y distinción que las grandes multinacionales nos muestran. Pretendiendo con esto una metamorfosis que los zapatos las ayudan a conseguir.

¿Qué supone un par más?

Para las mujeres, un par de zapatos más no supone nada malo, si no que su adquisición y posterior disfrute conlleva felicidad, gusto y bienestar. Pero en muchos casos, un par más puede suponer por ejemplo una crisis de pareja. Es por ello, que muchas mujeres esconden los zapatos nuevos para que sus parejas no se percaten de ellos. Este tipo de crisis se debe en gran medida a que muchos hombres no entienden para qué tantos zapatos y comienzan a ver éste excesivo consumo como una auténtica adicción que puede llegar a acarrear graves consecuencias.

¿Necesidad, adicción o pertenencia?

La compra de zapatos desde nuestra concepción de “mujeres de a pie”, es una “necesidad”. Realmente no necesitamos tener 20 pares de zapatos en el armario para nuestra rutina diaria, pero precisamos sentirnos bien, necesitamos de alguna manera fuera de lo común, tener esa subida de adrenalina que el estreno de unos nuevos zapatos nos proporciona. Nos gusta sentirnos como “una niña con zapatos nuevos”.

¿Antidepresivo y distracción?

En muchas ocasiones, la compra de zapatos por mujeres se debe a un mal día, una mala semana o simplemente una mala racha. Cuando se está en este tipo de situaciones, siempre hay una amiga que sugiere ir de compras para animarse.

Comprar zapatos en estas circunstancias, más que un método ante la depresión, es una distracción que te hace olvidar los problemas durante un leve periodo de tiempo.

TODO LO QUE POSEES TE ACABARÁ POSEYENDO (G1)

Ana Álvarez y Raquel Díaz


En este fragmento del vídeo vemos una conversación que mantienen los protagonistas de la película “El club de la lucha”, en el que se aprecian dos posturas diferentes acerca del consumo.

Esta conversación está ambientada en las visiones del consumo que existen en el siglo XXI. El primer enfoque ya lo introdujo Simmel con sus conceptos sobre la moda y su continua sustitución, al igual que los teóricos europeos de mediados del S. XX hablaron del concepto de obsolescencia de las necesidades y la creación de deseos.

“Cuando compras algo crees que es lo que necesitas y lo quieres pase lo que pase”, frase del protagonista que hace alusión a esa sensación de insatisfacción que se produce en el momento en el que adquieres algo que piensas que es necesario más que un capricho inútil, pero cuando lo adquieres te das cuenta que te nace otra nueva necesidad.

En la conversación que mantienen ambos protagonistas, se deja entrever que ese adquirir de manera, a veces descontrolada, te va a llevar a la realización personal cuando precisamente te lleva a lo contrario, a una esclavitud de tus propios bienes adquiridos. Así, se puede ver claramente el enfoque economicista que trataba la insatisfacción permanente y la necesidad intrínseca al hombre de ir consumiendo cada vez más. Esto crea una obsesión por un estilo de vida mediante el consumo de productos que lo único que busca es que cuantas más cosas tengamos, supuestamente más felices seremos.

Desde el otro punto de vista, lo que se propone es alejarnos de ese concepto de realización personal. De esta manera poder evolucionar y mirar al futuro, ya que él ve la realización personal como conseguir sin parar más y más objetos, asemejando a los consumidores como meros subproductos del sistema que están manipulados.

Ese interés de tener cada vez más y más lo único que hace es llevarnos a preocupaciones, como en el caso de la película, el protagonista está angustiado y perdido sin saber qué hacer porque se le han quemado todos los bienes de su casa.

Por lo tanto, propone dejar todo este planteamiento del consumo de lado y mirar hacia el futuro, es decir, evolucionar, basándonos en lo que es esencial para la supervivencia como seres humanos y dejando de lado todo ese consumo descontrolado que sólo nos lleva a insatisfacciones y malestar. De ahí que finalice su argumentación concluyendo “todo lo que posees te acabará poseyendo”. ¿Estaríamos de acuerdo en si sigue vigente hoy en día esta postura? O, por el contrario, ¿Hemos superado ya esa fase?

EL CONSUMO DE USAR Y TIRAR (G1)

Ana Loureiro Pedreda y Raquel Teijelo García

¿Compramos sabiendo que en un periodo corto de tiempo ese producto que compramos va a estar obsoleto?

Si hablamos de productos de usar y tirar a todos se nos viene a la cabeza los pañuelos de papel, la cuchillas desechables, los platos de plástico, etc. pero lo que no se nos ocurre es un ordenador o una impresora.

Generalmente, cuando compramos un televisor adquirimos de lo mejor que hay en el mercado en ese momento, y no nos importa gastar un poco más porque pensamos en que nos dure mucho tiempo, esta asociado al valor signo relacionándolo con la diferenciación y ventajas que nos puede ofrecer el producto. Actualmente, la tecnología se está reinventado constantemente, cada día aparecen aparatos electrónicos nuevos, aplicaciones, formatos y demás.

La tecnología caduca cada tres meses. Constantemente se están creando productos nuevos, mejorados, actualizados y dotados de nuevas prestaciones y características, lo que hace que ese televisor que compramos hace cinco años sea un aparato viejo, y se quede obsoleto. Esto es debido a que ya no puede estar a la altura de las necesidades que aparecen en el mercado actual. En este caso, puede que se deseche el objeto porque se haya quedado obsoleto no porque haya dejado de funcionar, pero no cubre las necesidades del momento, ha dejado de sernos útil, porque queremos más y en el mercado hay más.

En otros casos, desechamos los aparatos electrónicos porque se nos han estropeado y preferimos comprar uno nuevo a repararlo. Seguramente el coste de adquirir uno nuevo será mayor que el de reparar el estropeado, pero por poco más del precio de reparación nos compramos otro aparato nuevo y más actualizado.

Estamos en una etapa de obsolescencia programada, esto es: el deseo del consumidor de poseer algo un poco más nuevo, un poco antes de lo necesario.

· Vídeo del documental “comprar, tirar, comprar” emitido en TVE2.

Resulta terrible ver en el documental “Comprar, tirar, comprar” cómo las empresas ya no hacen estudios buscando los mejores materiales y la durabilidad de estos, sino que estudian la caducidad del producto, el ciclo de vida, buscan su fin. Los productos están programados para que dejen de funcionar en un tiempo estimado. Esto se traduce en un crecimiento económico, pero también aparece más basura, más desechos y una proliferación de la contaminación medioambiental.

En Livermore (California) existe una bombilla que no ha dejado de lucir desde 1901, es la única en el mundo y se desconoce su proceso de fabricación. La bombilla fue el primer producto al que se le restó tiempo de duración (1000 horas), para favorecer la venta de bombillas en el mercado. A partir de entonces, se comenzó a reducir la durabilidad de los productos.

Esto nos lleva a la siguiente conclusión: somos víctimas de la obsolescencia programada, el motor secreto de nuestra sociedad de consumo. Nos hace reflexionar sobre el tipo de consumo en el participa la sociedad en estos tiempos.

¿Por qué preferimos comprar un producto antes de reparar el que tenemos estropeado? ¿Las necesidades son creadas por las marcas o por los productos? ¿Si se estudiase la durabilidad de los productos, se acabaría con el consumo?

· Reportaje Comando Actualidad: Usar y tirar.


VIGOREXIA, LA ENFERMEDAD DE MODA (G1)

Adriana García y Patricia Navarro

En esta etapa de posmodernidad en la que vivimos, marcada por el consumismo, el culto al cuerpo ha tomado fuerza en la sociedad y han surgido enfermedades relacionadas con el cuidado del cuerpo como la vigorexia.

La vigorexia es un desorden mental que sufren las personas que se obsesionan por el desarrollo de los músculos del cuerpo y para ello se ayudan del deporte y de anabolizantes.

Los síntomas de esta enfermedad son: preocupación excesiva por el musculo, dependencia del ejercicio físico, dieta, aceptación del daño físico, baja autoestima, control continuo del peso, medición del musculo y consumo de sustancias para acelerar el proceso.



Pero, ¿De dónde surge el culto al cuerpo?

El culto al cuerpo surgió en la época clásica, en Grecia, donde existía una adoración por la anatomía del cuerpo humano que se reflejaba en todos los ámbitos, por ejemplo, en el arte (las esculturas de atletas), o en la literatura (Homero y en sus descripciones de las batallas de forma exhaustiva). El cuerpo era un elemento importante y decisivo en la sociedad de aquella época.

En el SXVII surge el físico culturismo de la mano de E. Desbonet, quien introdujo el uso de las series y repeticiones del ejercicio físico delante de un espejo, y Eugenio Sandow con las poses plásticas.

Después, la introducción de la publicidad en la postguerra inculcaba los cuidados que debía tener el cuerpo, la belleza, el deporte, etc.

En los años ochenta y en todo el mundo se empiezan a instalar gimnasios, salones de belleza, salas de fitnes, etc. extendiendo así la cultura del deporte y del cuerpo, dando paso a las prácticas deportivas cotidianas.

El cine y la televisión de manera intencionada o desin

tencionada, son responsables de transmitir modelos de belleza ideales y la publicidad es la encargada de mostrar los sitios y productos para poder alcanzar esa belleza.

Según una encuesta estadounidense que duro desde 1972 hasta 1997 realizada por Garner, nos habla sobre la insatisfacción con el propio cuerpo en hombre y mujeres, el resultado de este estudio es que los hombres desde 1972 hasta el 1997 se ha incrementado de un 15% a un 43% y en mujeres de un 25% a un 56%.

Estamos en una sociedad en la que hay centenares de modas y cánones de belleza por ello, la mayoría de la población ya no sólo practica deporte por cuestiones de salud y bienestar sino para que su físico sea admirado por los demás y poder sentirse realizado.

Pero a qué precio, la obsesión extrema por el deporte para lograr una figura de adonis con un desarrollo muscular extremo, hace que muchas personas abusen de sustancias químicas que son perjudiciales para la salud como los anabolizantes, los efectos secundarios son cuanto menos inquietantes, por ejemplo, a los hombres les encojen los testículos y a las mujeres les crece bello.

Una enfermedad disfrazada de un hábito saludable de la que no somos muy conscientes todavía, pero que si existe y afecta tanto a hombres como a mujeres.

Con echar un vistazo a nuestro alrededor podemos hacernos unas preguntas a modo de reflexión sobre el tema.

¿Hasta dónde va a llegar esta obsesión por el deporte?, ¿Quién tiene la culpa, los medios o nosotros mismos?, ¿Estamos entrando en una nueva etapa?, ¿Dónde podemos marcar el límite de lo saludable y lo obsesivo?

Las respuestas las encontraremos con el paso del tiempo.


Para saber más:

Vigorexía. El síndrome del culturista (páginas 21 a 27)

El abuso de esteróides y anabolizantes

EL PERFUME COMO SÍMBOLO DE IDENTIDAD (G1)

Sandra Villodre y Gabriela Gómez

Decía Marcel Proust "después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado, el perfume permanece en equilibrio mucho tiempo, como almas resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de su esencia".

A lo largo de la historia, el olfato ha sido uno de los sentidos más desarrollados por los seres humanos. Antiguamente, la utilización de plantas aromáticas se hacía con el fin de enmascarar olores desagradables y es que el olfato es uno de los primeros contactos que tenemos con el medio en el que nos desarrollamos.

Sin embargo, preferimos un olor externo al de nuestro propio cuerpo. Cada vez estamos más preocupados por reemplazar lo que tenemos naturalmente por elementos artificiales. Las fragancias son simulacros de olores que se encuentran en la naturaleza, pero que han sido modificadas y aderezadas para el uso en los individuos.

La preferencia de lo artificial no solo se observa en las fragancias sino también en el desarrollo existente hacia el culto al cuerpo. El aumento de operaciones estéticas hace gala de esta tendencia generada en la sociedad de crear nuestra identidad a través de elementos externos. Se trata por tanto de una hiperrealidad, en donde cada uno “crea” su físico a través de componentes externos no naturales, como puede ser la silicona en el pecho o el bótox para los labios.

La elección del perfume viene dada por las connotaciones que éste lleve consigo. El frasco que lo contiene, los colores predominantes, el material del que está realizado... Se

trata por tanto de la creación de un valor signo en torno a las fragancias elaboradas artificialmente.

En la sociedad actual, en donde la emulación sigue siendo un elemento que la caracteriza, el perfume ha sido convertido en objeto de deseo y es un símbolo de diferenciación entre la sociedad.

Como ejemplo de esto, encontramos marcas como Yodeyma, que elabora imitaciones de los perfumes con mayor reclamo en el mercado, confirmando así lo expuesto anteriormente.

Es por ello que el olfato ha sido siempre una seña de identidad para hombres y mujeres y al igual que ha sucedido con la moda o la tecnología, el perfume también pertenece al tipo de consumo enmarcado dentro de “objetos de lujo”.

En nuestra opinión, el hecho de crear una parte de nuestra identidad con una determinada fragancia se suma al simbolismo existente en la sociedad. El hecho de llevar un perfume de élite, no otorga ninguna arma de seducción infalible ni hace ser más elegante. Sin embargo, otorga características de pertenencia a un grupo de “prestigio”. Si no, ¿por qué gastarse tanto dinero en un perfume cuando lo puedes encontrar de imitación?

Es evidente que el acto de comprar un perfume hoy en día, es un acto impulsado por el deseo y por las connotaciones que conlleva, deseo, lujo, seducción…No por la necesidad de encubrir un olor, como sucedía en épocas anteriores.

Tras esta breve explicación cabe preguntarnos: ¿Es el perfume, un bien de lujo utilizado por la clase media como símbolo de pertenencia a un grupo de “élite”?, ¿Crees que el perfume “insinúa” la identidad de quien lo utiliza?, ¿Son ciertos los poderes de seducción, que otorga tu perfume?

Algunas respuestas a estas preguntas las hemos encontrado en la red.

- Grupo en Facebook: Mi perfume mi identidad.

- Especially Escada, nuestro signo de identidad.

Pero vosotros, ¿qué pensáis sobre el perfume vinculado a la identidad?

lunes, 21 de noviembre de 2011

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA (G3)

Camino Blanco y Paula Andrea Domínguez

Adorada por unos y odiada por otros, pero sobretodo una gran desconocida para la mayoría de sus víctimas. La llaman “obsolescencia programada” y bajo la pomposidad del nombre se oculta la estrategia económica que día a día se encarga de poner en marcha la maquinaria que mantiene activa nuestra economía.

¿Cómo? El secreto está en la vida útil de los productos que consumimos: en la batería del móvil que se estropea demasiado pronto o el microondas que un buen día y sin previo aviso decide dejar de funcionar. Cuando vamos a la tienda y preguntamos cómo repararlos la respuesta es siempre la misma “No merece la pena repararlo, es mejor comprar uno nuevo”. Y nosotros como un manso rebaño guiado por su pastor, compramos uno nuevo.

¡E voilá! La obsolescencia programada ya ha hecho su magia.

Vivimos inmersos en una sociedad que nos mantiene aletargados en una muy bien planificada vorágine consumista. Si los ciudadanos no compran, las tiendas no venden su mercancía y por tanto las fábricas no colocan su oferta en el mercado. Si el productor no puede colocar sus productos, no podrá seguir pagando a sus empleados. Y esto que hoy nos parece una lógica aplastante, fue sencillamente lo que ocurrió en la crisis de superproducción estadounidense de 1929.

La solución estaba clara: era necesario que los individuos no dejasen nunca de comprar. Nace así la obsolescencia programada, o lo que es lo mismo, fabricar los productos intencionalmente para que al cabo de un tiempo determinado fallen.

· Encendida desde 1901

La prueba más evidente de que la obsolescencia programada existe es una simple bombilla, no una bombilla cualquiera, sino la bombilla más antigua del mundo. Esta bombilla, situada en un parque de bomberos en California! lleva más de cien años encendida!

Y si existe una bombilla así, ¿cómo es que no la tenemos todos en casa? Pues sencillamente porque económicamente no interesa. A través de Internet, se puede ver esta mítica bombilla gracias a una cámara web (www.centennialbulb.org/photos.htm).

· Vertederos electrónicos. Sostenibilidad cero

Los objetos electrónicos, tan de moda en nuestros tiempos, son uno de los principales objetivos de la obsolescencia programada. Nos encontramos en una era de continuos avances tecnológicos y sin embargo, los objetos cada vez se estropean con mayor facilidad. No es casualidad. Impresoras, ordenadores, frigoríficos o secadores del pelo, todos ellos han sido creados para fallar al cabo de un tiempo.

¿Y después qué?, ¿acaso nos paramos a pensar dónde van a parar todas esas televisiones de plasma, ordenadores portátiles o tostadoras que tiramos? A nadie parece importarle. El destino de esos residuos tan molestos para los países desarrollados es en la gran mayoría de los casos los países del tercer mundo a donde llegan a diario barcos repletos de toneladas de basura. Y lo que no srive para nada se va amontonando en gigantescos vertederos, agujeros contaminantes dejados de la mano de Dios que arrasan la tierra e intoxican los ríos a ritmos alarmantes.

Una gran parte de la población del país trabaja recogiendo y clasificando nuestra basura tecnológica. Son los esclavos del S.XXI trabajando a merced de nuestros excesos.

· ¿Es viable una economía sin obsolescencia programada?

La obsolescencia programada es sin duda alguna un sistema eficiente para mantener en movimiento la pesada rueda de nuestra economía , ¿pero a qué precio? ¿Es viable una economía sin obsolescencia programada? Quizás Mahatma Ghandi tuviese la respuesta al afirmar: “el mundo es muy grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será pequeño para la avaricia de algunos”.

Y es que si eliminar la obsolescencia programada puede ser un desafío demasiado grande para afrontar, no lo es así la creación de políticas sostenibles. Desde aquí queremos lanzar una propuesta al mundo: ¿Por qué no se ocupan de recoger la basura tecnológica los mismos que provocan que tras un corto periodo de tiempo los productos no sean más que eso, basura? O lo que es lo mismo, por qué no obligar a las grandes multinacionales a crear centros de recogida para sus propios productos una vez que éstos dejen de funcionar. La idea es sencilla, y ya muy trillada: sino reducir, al menos sí reutilizar y reciclar. De tal modo que además de abaratar los costes de producción, dejaríamos de expoliar al planeta de sus tan preciados y LIMITADOS recursos, además de protegerlo del dañino impacto medioambiental.

Un consumo responsable para gente responsable. Exígelo.

Aquí os dejamos un interesante documental realizado por rtve:

“Comprar, tirar, comprar: la historia secreta de obsolescencia programada”